RE: The pervasive power of western evaluation culture: how and in what ways do you wrestle with ensuring evaluation is culturally appropriate and beneficial to those who legitimise development aid? | Eval Forward

Estimados miembros,

Redacté este mensaje hace unos días, pero no pude enviarlo. Sin embargo, creo que compartirlo ahora —después de que nuestro colega Daniel haya solicitado experiencias concretas— es muy oportuno. Así pues, a continuación enumero algunas enseñanzas de mi experiencia personal.

Las aprendí cuando trabajé hace unos años como consultora independiente en el norte de Uganda con comunidades de refugiados, en su mayoría de Sudán del Sur. Una labor intensa que consistió en elaborar y realizar una encuesta.

[Por ponerles un poco en contexto, la comunidad participó en todas las etapas del proceso: desde el diseño/prueba de la encuesta, hasta la traducción a cuatro idiomas diferentes (llevada a cabo por miembros de la comunidad), la selección y capacitación de encuestadores no profesionales (también miembros de la comunidad), la realización de la propia encuesta o la formulación de comentarios/análisis participativo].

1. Todos tenemos nuestra cultura. Y ésta es también “una cultura”. Para los demás, nosotros somos los raros. En particular, me “descubrí” como latinoamericana durante los cuatro meses que estuve en Uganda (Nota: los brasileños no nos identificamos realmente con los estereotipos latinoamericanos, ni tampoco con la etiqueta de “latinos”, aunque se nos considere como tales y verdaderamente tengamos muchas cosas en común a nivel cultural. Tengan también en cuenta que, aunque sea latinoamericana y haya pasado la mayor parte de mi vida en Brasil, soy una mujer blanca de clase media, que ha podido estudiar en la universidad y con una cultura muy parecida a la occidental/europea. Éste es mi perfil y así es como la gente me percibe).   

2. Estén preparados para reconocer que han cometido un error y actuar en caso necesario. En una ocasión —tras una reunión muy complicada y en un contexto de mucho estrés y premura de tiempo— sentí la necesidad de ir a la casa de cada uno de los miembros de mi equipo (unos 12 en total) y mantener una conversación individual con todos ellos.  Todo se solucionó, pero empleé mucha energía en mantener el rumbo y la confianza, generada durante semanas de trabajo y dedicación intensa.  

3. Sean abiertos (¡sean curiosos!), pacientes y siempre respetuosos. No dejen de estar en contacto con la realidad. Las conversaciones con mi conductor me ayudaron a entender la cultura en la que estaba inmersa. Y, si es necesario y están inmersos en situaciones culturalmente complicadas, cójanse uno o dos días libres para darse un respiro. Y hablen con colegas experimentados. Es mejor desconectar un par de días que tener que arreglar las cosas después.  

4. Y una enseñanza que me dio muy buenos resultados: tengan presente el código de vestimenta y respétenlo. Las mujeres estuvieron dispuestas a recibirme en sus casas y hablar conmigo porque me vestí de forma respetuosa. Me dijeron —literalmente— que agradecían que no llevara pantalones, sino faldas más largas y blusas modestas. (Creo que con ésta y otras actitudes demostré respeto y generé confianza. Tras una discusión con un grupo de debate, las mujeres cantaron para mí y me “bautizaron” con un nombre en su idioma).  

Espero que estas enseñanzas contribuyan a que la discusión sea un poco más concreta.

Un cordial saludo,

Emilia