Cuando cerraron las escuelas este año durante el confinamiento de cinco meses en Kenya, casi 4 000 alumnas se quedaron embarazadas en un solo condado.
La campaña “16 días de activismo contra la violencia de género”[i] es una oportunidad para poner de relieve un creciente conjunto de evidencias que demuestran que el riesgo de que las niñas sean víctimas de la violencia —incluida la explotación sexual, el acoso y el matrimonio infantil— ha aumentado durante la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19).[ii] Las medidas preventivas para mitigar los efectos de la COVID-19 —como el cierre de centros escolares—no solo interrumpen la educación de todos los niños: para algunos de ellos, no asistir a la escuela significa que no tendrán tregua de los malos tratos (hacia ellos o entre sus progenitores) en su hogar.[iii]
En particular, las niñas se enfrentan a los mayores obstáculos para volver a las aulas. Hasta 10 millones más de niñas podrían dejar la enseñanza secundaria cuando acabe la pandemia. La crisis económica puede hacer que las familias necesiten que las niñas encuentren un trabajo y asuman responsabilidades de cuidado, o que se vean obligadas a mantener relaciones sexuales transaccionales o a contraer matrimonio a una edad temprana.[iv] La situación es peor aún para las niñas refugiadas: según algunas estimaciones, en algunos países la mitad de ellas no regresará a la escuela cuando se reabran las aulas.[v]
Recientemente, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) —junto con otras oficinas de evaluación de la comunidad internacional— aportó conclusiones de evaluaciones relacionadas con la igualdad de género en la educación a una publicación sobre lecciones aprendidas,[vi] coordinada por la Coalición de Evaluación sobre la COVID‑19. Las evidencias demostraron que el valor de los programas de alimentación escolar trasciende la nutrición infantil e influye de manera positiva y significativa en la matriculación en la enseñanza primaria —en especial en el caso de niñas y desplazados internos— así como en la mejora de las tasas de finalización de la educación y abandono escolar. Las “raciones para llevar a casa” funcionaron bien en varios países, contribuyendo de manera significativa a fomentar la educación de las niñas y generar otros beneficios indirectos. Por ejemplo, en Sudán del Sur, los alimentos sirvieron de incentivo a algunos progenitores que enviaban a los niños a la escuela mientras las niñas se quedaban en casa para trabajar, ayudaban a sus familias a cocinar o se las casaba a una edad temprana a cambio de la dote.
Según la publicación sobre lecciones aprendidas, los programas de alimentación escolar pueden ofrecer incentivos adecuados para que los niños más vulnerables regresen a la escuela, especialmente cuando su diseño es inclusivo y existe un compromiso con las partes interesadas para afrontar los obstáculos que dificultan la asistencia continuada de las niñas a las aulas. Además, se comprobó que los enfoques intersectoriales en materia de salud, educación y protección eran eficaces.
La nueva Estrategia de Alimentación Escolar del PMA —lanzada en 2020— apuesta por las escuelas como plataformas donde se puede prestar una amplia variedad de servicios además de la alimentación escolar. Por ejemplo, el proyecto Breaking Barriers to Girls’ Education —financiado por Canadá e implementado conjuntamente por el PMA, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Chad y Níger— tiene por objeto ampliar el acceso de las niñas a una educación de calidad, superando los obstáculos a los que se enfrentan para matricularse y asistir a la escuela. Los tres organismos de la ONU están colaborando para prestar un conjunto de servicios integrados en materia de salud y nutrición, destinados a vencer las principales dificultades para la educación de las niñas, incluidas medidas para reducir la incidencia de la violencia de género y la creación de “espacios seguros” para ellas. Se espera que el proyecto —que se evaluará en 2022— contribuya a ampliar el conjunto de evidencias mundiales sobre la forma en que los paquetes integrados de apoyo —incluidas las actividades de prevención de la violencia de género— pueden reducir los obstáculos a la educación de las niñas.
Aunque cada vez hay más evidencias sobre la posible influencia positiva de la alimentación escolar y la educación en la protección de las niñas, aún queda mucho por aprender. El PMA está desarrollando una nueva ventanilla de evaluación del impacto —una serie de evaluaciones— sobre la programación escolar con el objetivo de comprender mejor cómo estos programas pueden contribuir en mayor medida a obtener resultados entre los que figure la educación de las niñas.
Si bien la violencia de género puede darse en cualquier lugar, promover un entorno escolar seguro es un aspecto fundamental durante los 16 días de activismo contra la violencia de género y con posterioridad.
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[i] “16 días de activismo contra la violencia de género” es una campaña internacional anual. Comienza el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) y se prolonga hasta el 10 de diciembre (Día de los Derechos Humanos), indicando que la violencia contra la mujer es la violación de derechos humanos más generalizada en todo el mundo. De la concienciación a la rendición de cuentas: Campaña mundial 16 días
[ii] ONU Mujeres, COVID 19 and Ending Violence against Women and Girls, (2020)
[iii] ONU Mujeres, PREVENTION: Violence against women and girls & COVID-19, (2020)
[iv] Fondo Malala, Girls’ Education and COVID-19, (2020)
[v] Alianza Mundial para la Educación, Displacement, girls' education and COVID-19, (2020)
[vi] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Lessons from evaluations – Issue 2: Gender Equality in Education